De todos esos egipcios históricos he ido
acordándome a medida que se sucedían hechos asombrosos (he visto cosas
que vosotros no creeríais). Pero hay dos personas de volvían a mi memoria una y
otra vez.
Farid debe de tener alrededor de 45 años, y
quizá algún hijo más del que tenía cuando lo conocí. Profesor de árabe, uno de
esos egipcios orgullosos de su pasado, del remoto y del cercano, discutidor, de
los que heredaron del periodo del renacimiento árabe (el primero, la nahda,
porque quizá este sea el segundo) la pasión por opinar y conocer las opiniones
de los demás, y la devoción por la prensa y los intelectuales, y el dolor de no
ser lo que podrían ser. En la clase de lengua de los medios de comunicación se
soltaba y se divertía. El primer día de clase nos hizo entender que Mubarak era
un tirano y su hijo Gamal, un sinvergüenza. Ese día yo aprendí dos palabras
nuevas: nacionalización y orgullo; y nos dio para trabajar un artículo del
periódico de la oposición que hablaba de un preso preventivo acusado de
injurias al presidente. Empezaba a opinar sobre cualquier cosa y cuando quería
indicar que lo siguiente no se podía decir se ponía las manos cruzadas sobre la
boca y hacía como el que se empeña sin éxito en abrir la boca. Otras veces
dejaba una frase a medias y se pasaba el índice por el cuello, con ese
gesto que todo el mundo entiende como una ejecución. Y así, entre risas y
gestos, nos contaba la historia de Egipto y diseccionaba los intríngulis políticos. Debe de estar feliz.
El otro es Zakaria Ibrahim. No sé si es el
fundador, pero desde luego, sí el ideólogo de at-tanbura. Tocaban (tocan) los
miércoles por la noche en un café de Port Said (en realidad, en Port Fuad
que es la parte de la ciudad que queda al otro lado del canal de Suez). A lo
largo de, al menos, tres horas iban subiendo y bajando hombres al escenario. Se
añadían a una canción o empezaban una nueva, a cantar o a bailar. Se reían,
hacia bromas, entre ellos y con un público en el que todos se conocían y
coreaban las canciones. Zakariya me contó que en origen el grupo salía de los
trabajadores del canal, de aquellos que tuvieron el orgullo de estar en el tajo
cuando se nacionalizó (otra vez las dos palabras: orgullo y nacionalización) y que
la mayoría de las canciones hablaban de eso, de resistencia, de lucha, de
dignidad, del opresor, de libertad. No sé si habrán vivido estos dos meses con
la amargura del que ve vencida su revolución, con la ilusión del que
nunca deja de ser revolucionario o con la indiferencia del que ya ha visto el
mundo patas arriba una vez.
Los egipcios parecen tener mucha
prisa para cerrar etapas (quizá algunos quieren coger el control antes de que
los demás se organicen). Hoy han votado en referéndum algunos cambios en la
Constitución. La propuesta de la junta militar y de los Hermanos Musulmanes ha
obtenido más del 70 % de los votos; y la propuesta es de unos cambios mínimos
que da la posibilidad de que esos dos grupos mantengan todo el control. No
parece un buen principio, y tampoco es cosa de organizar una revolución cada
año. Sin embargo, cuando hace unos meses mucha gente solo iba a votar previo
cobro de una cantidad que variaba según el barrio donde tocara votar, hoy los
egipcios han ido a votar en masa y han hecho colas ordenadas y tranquilas; a la
vista de eso, las naves en llamas más allá de Orión y los rayos C brillando en
la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäusser son una fruslería.
PS: Los partidarios del no
querían una Constitución completamente nueva, que hubiera un gobierno de
transición, para que el proceso no se produjera bajo el mando de la junta
militar y que se dejara pasar algo de tiempo para que se organizaran los
partidos políticos y pudieran dar a conocer sus propuestas. Las reformas
aprobadas establecen que ni un cristiano ni una mujer pueden ser presidentes
del país y mantiene que la sharíaa es la fuente de la
legislación.
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