sábado, 5 de junio de 2010

Protagonistas y secundarios


Ayer se avistó un ejemplar de ballena gris en la costa frente a Barcelona. Se trata de una especie propia del Pacífico y que desapareció del Atlántico norte hace unos trescientos años, dicen. Ahora va y aparece una en el Mediterráneo. Hace unos diez días estaba en las costas israelíes, de donde se piró, y nada que te nadarás llegó a Barcelona. He aquí una prueba fehaciente de la inteligencia de los cetáceos: la ballena debió de olerse el percal y dijo, aquí se va a quedar Rita la cantaora y una flotilla, porque si me quedo, además de recibir la del pulpo a manos de los israelíes, luego me van a mangonear todos los medio de comunicación.

Israel practica el terrorismo de Estado, tiene un ejército entrenado para matar sin piedad, lanzan ataques indiscriminados y desproporcionados, se ceban con civiles inocentes y a la primera de cambio cargan contra civiles indefensos que no han hecho nada. Y por lo visto, hay gente (medios de comunicación) que de todo eso acaban de enterarse ahora. Ahora que las víctimas han sido unas personas occidentales, o sea, de los nuestros. Y nos rasgamos las vestiduras, y dedicamos programas de radio, reportajes de televisión y miles de páginas, y opinan todos los contertulios y analistas (que no han estado en Israel ni han hablado jamás con un palestino) y se reúne la ONU (para no hacer nada) y la UE se plantea si tiene que hacer algo (y llega a la conclusión de que no).

Así que se nos ha caído el lirio de la mano, porque hasta ahora no se había visto semejante arranque de indignación ciudadana, popular, de las fuerzas vivas e incluso de algún poder fáctico. Como si en la operación Plomo Fundido (enero 2009) el ejército israelí no hubiera matado a mil trescientos (1.300) palestinos. Como si no murieran todos los días desde hace años de ataques preventivos o de castigo, y de hambre y tristeza, de desatención médica, de desesperanza y humillación.  Esos muertos aburridos y cansinos de tanto morirse que salen en la prensa porque hay que sacarlo todo, pero en la tertulia de la radio que no nos quiten un ratito de charla sobre el mundial de fútbol (ese circo en el que veintitrés españoles sin vergüenzas y sin escrúpulos si hacen bien su trabajo se van a llevar 600.00 euros; si lo hacen mal, solo 60.000).

Ehud Barak lo ha dejado claro: «En Oriente Próximo no hay compasión con los débiles»; aplicación práctica de (cierta interpretación de) la Teoría de evolución que nos salva porque nosotros somos fuertes, y los otros son los otros. Y para corroborar como se las gastan, se nos pone al alcance un testimonio que pone los pelos de punta, el de Simcha Leventhal, que fue soldado en el ejercito israelí y luego fundó la ONG Rompiendo el Silencio, y dice lo primero que me parece sensato en muchos días: «No sólo hay que saber qué pasó con la flotilla; hay que plantear preguntas más allá, cómo se trata a los civiles en Gaza, la cuestión de la pesca… Es muy fácil colgarse de los incidentes. Hay que entender la vida cotidiana, lo que pasa día a día. Por más que duelan nueve muertos, las tragedias y las víctimas verdaderas, que son los palestinos, se producen todo el tiempo, y hay que ponerle mucha atención a eso […] La desintegración moral de Israel lleva 40 años […] está volviéndose una ideología, y ese es el peligro. […] Hay democracia. Los que hablan de los colonos se toman un descargo. La responsabilidad es de todos, no de ese veinte por ciento». Pero los periodistas no han tenido a bien hacerle entrevistas y que cuente su experiencia, su opinión y sus planes.

En un episodio de mi filósofo y oráculo favorito, House, un personaje le dice «No sabía que hubiera un área de la esperanza en el cerebro» y House le informa «No te preocupes, es muy pequeña». La mía, que debe de ser liliputiense, hoy, la ocupan esa solitaria ballena gris y Simcha Leventhal.

PS: Por cierto, que el apellido del asesino Ehud Barak coincide con el nombre del Nobel de la paz más injusto y manipulado de la historia Barack Obama (y con el presidente egipcio Hosni Mubarak) y cargan en su nombre con una palabra árabe (y de marcadas connotaciones islámicas; tiene que ver con la bendición de Dios). Yo agradecería que cumplieran los mandamientos en los que dicen creer, pero no temen ni los horrores del infierno ni los cuatro años y medio que el carnicero Ariel Sharon lleva como un geranio en la cama de un hospital.

viernes, 28 de mayo de 2010

Ciegos que no quieren ver


A mí se me han puesto los pelos de punta, pero confieso que no tanto al conocer la noticia como cuando he oído a una persona preguntar angustiada «¿dónde ha sido?» y, a continuación, exclamar aliviada «¡Ah, que susto!» al enterarse de que el atentado ha ocurrido en Paquistán y todos los muertos son paquistaníes.
Han sido más de ochenta personas muertas al instante, pero serán muchas más, porque unos tipos —defensores de que lo que ellos piensan es lo mejor (estúpido, pero soportable) y de que el resto del mundo debe pensar lo mismo— se han liado a tirar granadas en un recinto en el que había 1.500 personas dedicadas a sus creencias, sus aficiones y sus intereses sin molestar a nadie.

Ha sido en dos mezquitas en Lahore. Las víctimas son todas musulmanas (de la rama minoritaria ahmedi). Los atacantes también eran musulmanes (de la rama minoritaria talibán). Parece ser que en Pakistán ya han matado tres mil cuatrocientas personas, musulmanas todas. No está de más recordar de vez en cuando que la mayoría de las víctimas del terrorismo islamista (talibanes, al-Qaeda y franquicias diversas) son musulmanes; porque no nos entren paranoias y manías persecutorias, digo, y porque tengamos bien claro quiénes son los malos; y porque alguna vez sintamos algo de compasión por esas víctimas lejanas y algo de horror por el infierno que viven, aunque no lleguen hasta aquí sus gritos, aunque no sean de los nuestros.


domingo, 16 de mayo de 2010

Espíritu deportivo


Ante un certamen literario o un festival de cine, esperamos que los premios se los lleven los mejores, o, al menos, las obras que nos han gustado más. Porque para eso son los premios: para distinguir la excelencia, para señalar a aquellas obras o personas que destacan y que merecen ser recordadas y aclamadas. Pero, por alguna razón que se me escapa, ese mecanismo simple y lógico no funciona con el deporte. Cuando de competición deportiva se trata, y a pesar de ser meros espectadores, esperamos que ganen unos que identificamos como los nuestros; y no es porque repartan sus beneficios, (muy elevados en algunos deportes) con nosotros, ni las glorias ni las prebendas (que tampoco son escasas). Son los nuestros porque necesitamos sentirnos miembros de alguna tribu, parece ser; debe de ser ese incontrolable miedo a sentirse solo ante el mundo, esa espantosa desolación de sufrir en soledad y de no poder compartir las alegrías.

Hace unas semanas me encontré, sábado por la tarde, en un bar de esos con pantalla gigante en la que se veía el partido de fútbol del equipo local, en riesgo de sufrir una debacle, por lo visto. Como no me interesa el fútbol, me dediqué a observar a la gente; que había de todos los niveles sociales y culturales era predecible; que se mezclaban edades no es ninguna sorpresa; que los había más educados y otros más energúmenos es lógico; y que lo que los unía a todos era la más absoluta ausencia de deseo de justicia y de razonamiento sensato es la constatación de la obviedad. Todos comentaban lo mal que jugaba el equipo que querían que ganara. Pregunté si el otro jugaba bien y me dijeron que sí. Entonces pregunté que si el otro jugaba bien y se lo merecía porqué no deseaban que ganara.

Creo que fue una suerte (para mí) que estuvieran demasiado ocupados en el partido y no tuvieran ganas de hablar conmigo. Pero me ha quedado ese desasosiego que me mordisquea el esófago cada vez que descubro una nueva señal de que el mundo es un lugar inhóspito. No me resulta fácil entender ese sentimiento de pertenencia a la tribu; en general, no me resulta fácil comprender las adhesiones incondicionales. No obstante, algunas me parecen bastante inocuas; pero me da miedo pensar qué pasaría si se aplicara ese deseo de que ganen los nuestros por encima de méritos y de justicia en el reparto de premios, por ejemplo (y vamos a partir de que no pasa), en las oposiciones a catedrático, en la adjudicación de plazas de cirujanos, en la convocatoria de bibliotecarios y en la selección de personal para cubrir las plazas de guarda de seguridad de un banco. Y si queremos que gane la mejor película y el mejor cirujano, ¿por qué no queremos que gane el mejor equipo o el atleta más esforzado y de más cualidades?

No sé si somos conscientes de que aquel caballeroso y elegante que gane el mejor no solo era una expresión de buenas maneras, sino el deseo de que la justicia se impusiera sobre la fortuna y de que se reconocieran los méritos de los más aptos; eso que la evolución y la selección natural resuelve sin alharacas. La irracionalidad de querer que los nuestros ganen solo porque son los nuestros es una especie de nepotismos social peligroso, que da mucho miedo cuando, además, se junta con un que se jodan y se pudran, dedicado a los que no son los nuestros; esos otros que, a veces, son más listos, más preparados y juegan mejor.

lunes, 10 de mayo de 2010

volcanes islandeses

¡Tantos planes! Tenía yo tantos planes. Escribiré esto para el blog, contestaré el correo de fulano, colgaré unas fotos, revisitaré una web,… Y trabajaré, claro. Pues no. Mi ordenador es mi Eyjafjalla particular (ya podríamos inventarnos un nombre sensato para ese volcán islandés). Infección total, agonía lenta, muerte, ligera resurrección (gracias a los buenos oficios de mi psicólogo de cabecera, ¡gracias!, que también ejerce de informático), que tiene la pinta de ser solo ese último aliento antes del desenlace definitivo.

Y trabajo los ratos que puedo y ando de ocupa por los ordenadores de amigos y vecinos, y ni pienso en el blog ni en las fotos ni en las crónicas ni en los correos debidos. ¡Será posible! Lo primero que he intentado rescatar, en un descuido de la bestia y en modo reparación de fallos, es la carpeta con toda la información de facturas recibidas y entregadas, como se acerca lo de la renta, necesitaré lo del año pasado; y si se me pierde la info de este año, ya verás; ¡Ah y lo del IVA! Cosas de autónomos.

Tenía varias temas de los que quería hablar y decir un par de cosas bien dichas, pero cuando un volcán islandés entra en erupción, el mundo se para. Será que somos un poco limitados.

PS: Una cosa sí quiero decir: cuando crees que el mundo se confabula contra ti y que al despertarte empieza la pesadilla, ¡Oh Gregor!, hay gente que te echa una mano y te ayuda a poner las cosas en su sitio en riguroso orden de importancia. Esos son los amigos. Los demás, conocidos y saludados, que diría Pla, prescindibles.

sábado, 24 de abril de 2010

De ciencia o de letras

Leo en un suplemento cultural la reseña de José Manuel Sánchez Ron (de hecho, sus reseñas son de las pocas que leo porque no me parecen publicidad) sobre el libro Física para futuros presidentes. El crítico parte de que no es posible tomar decisiones en el mundo actual sin saber física. Cierto, hay que saber de energía nuclear, circulación general atmosférica, rayos y ondas de todo tipo, dinámica de fluidos y unas cuantas cosas más para adoptar medidas no solo de gestión sino, también de gobierno.

No es lo mismo gestionar que gobernar, aunque la mayoría de los gobernantes (de los políticos) actuales se conformen con la primera tarea. Piensan que con rodearse de buenos técnicos (el primo de Rajoy que sabía de cambio climático) y dejándose asesorar ya están salvados y pueden tomar decisiones. Siempre me ha inquietado que un montón de personas (presidentes de países) firmen acuerdos sobre cómo detener un virus sin saber qué es un virus o sobre protección medioambiental sin entender cómo funciona una red trófica. Así que me parece buena idea que los gobernantes lean un libro (divulgativo y de cuatrocientas páginas) sobre física; me gustaría que también leyeran uno de ecología (no de ecologismo), uno de matemáticas, uno de química, uno de farmacología, uno de geología, algo de microbiología y de genética…

Leo también que las multinacionales de la alimentación intentan presionar a los médicos para que recomienden sus alimentos funcionales (los que además de alimentar se supone que proporcionan salud, como si no fuera eso lo que tiene que hacer todo alimento) en competencia con eso buitres que se ven en los ambulatorios, dispuestos a obsequiar a nuestros médicos con viajes y estancias en hoteles de lujo (en forma de congresos) a cambio de que nos prescriban sus fármacos, sin que nosotros recibamos (ni exijamos) explicaciones (no doctrina) sobre la necesidad de tomarlos.

Así que ya puestos, sería conveniente que los ciudadanos también leyeran sobre ciencia. He visto pocas actitudes más paletas que eso de decir «es que yo soy de letras» para desentenderse de todo conocimiento científico y desinteresarse de… todo; porque cómo funciona la vida y el mundo (con todos los artilugios y fenómenos que usamos) lo explica la ciencia (quizá la literatura enseñe a vivir, pero no explica la vida). Y sin embargo, muchas personas no tienen ningún interés en entender esos menajes publicitarios sobre alimentos que obran maravillas en su cuerpo, detergentes que hacen cosas sobrenaturales y cremas que contienen sustancias y moléculas prodigiosas; ni cómo puede ser que un volcán bloquee (o no) un continente, por qué hay países que parecen condenados a que el destino los machaque a terremotos, a qué se debe esa manía de ir a pescar a Somalia (y porqué la alteración del fondo del mar que provocan las redes de arrastre lleva a la desaparición de los peces) y que no es posible dedicar la selva a cultivos después de talar los árboles.

La fama de cenutrios siempre la ha tenido la gente de ciencias, pero lo cierto es que casi todas las personas que yo conozco de ciencias tiene una cultura notable (leen, van a exposiciones y a conciertos, ven películas, saben algo de historia, viajan…) y, desde luego, no presumen de no saber nada de letras. Será porque entender cómo se duplica el ADN y que dependemos de que estén bien situadas esas míseras cuatros bases nitrogenadas da un baño de realidad y humildad que aleja de las grandilocuencias (algún científico pedante también conozco). Sí, es muy conveniente que los gobernantes aprendan algo de ciencia; y más aún que se apliquen los gobernados, para no ser manipulados por magos y alquimistas de esos que atesoran conocimientos vetados a los mortales. Por eso y porque hay que ser muy inculto para no considerar que la ciencia es cultura. Es difícil dejar de ser un patán sin conocer el segundo principio de la termodinámica, aunque te hayas leído todo Proust, todo Schopenhauer y entiendas a Joyce.

jueves, 22 de abril de 2010

Más noticias de Somalia

Seguramente el problema es que yo estoy obsesionada, pero hoy he visto esta noticia Somalia y no estoy segura de que la haya visto nadie más. La ministra pide permiso al Parlamento para mandar unos soldados a entrenar al ejercito somalí y el Parlamento, e incluso sus compañeros de Gobierno, pasan de ella, de la propuesta y de todo, en plan bueno, vale, que no se diga que no hacenos nada por ese país que ¿dónde dices que está?.
No es mi ideal de solidaridad, pero entiendo que, tal vez, reforzar el Estado y sus instituticones es una manera de echarles una mano a los somalíes, a ver si no les dan por todas partes. Y no soy tan ingenua como para pensar que vayamos a ayudarlos más ni mejor. Quizá sería eficaz hacer un grupo en Facebook que se llame Señoras que se preocupan de Somalia y de otros africanos.
¡Vaya mierda de políticos, de medios de comunicación, de país, de sociedad y de mundo!

sábado, 17 de abril de 2010

Noticias de Somalia


En Somalia han prohibido la música. Ha sido el grupo ash-Shabab, que controla por la fuerza, por el terror, e investidos de la autoridad que les confieren las armas y, según dicen, el mismísimo Dios; claro que eso, Dios solo se lo ha dicho a ellos. En las emisoras de radio contraladas por el Gobierno (¿el Gobierno?) no se aplica, pero sí para las que están bajo el ojo vigilante de ash-Shabab; en estas, para rellenar huecos usan sonidos de disparos y de coches, ambos, por lo visto, muy sagrados e islámicos, como todo buen musulmán sabe. Porque resulta que prohibir la música responde a un supuesto precepto islámico y al respeto coránico.

A mí me gustaría encontrarme con un miembro de ash-Shabab, Corán en mano, para que me mostrara la azora de donde ha extraído semejante majadería. NI siquiera es original, solo ha copiado lo que se hizo en Irán y en Afganistán, con fracaso absoluto (con la prohibición, la parabólicas empezaron a adornar las azoteas iraníes; en las casas, las teles estaban sintonizadas permanentemente con emisoras libanesas de vídeos musicales con muchachas hipermaquilladas que movían las caderas al ritmo machacón y simple de melodías orientales). Porque un enorme problema en muchos países de mayoría islámica es que sus ciudadanos-fieles no son capaces de leer y entender los textos fundacionales de su religión y, por lo tanto, de juzgar, analizar y discutir la manipulación que sus dirigentes les imponen, unas veces por interés y otras porque son tan ignorantes como aquellos a los que dirigen.

Pero, religiones aparte, el asunto es que los somalíes están sometidos a un régimen de terror, además de al hambre, la guerra y la miseria, circunstancias todas ellas que son de todo menos nuevas. A mí se me ocurre convocar a la solidaridad con los ciudadanos somalíes, pero con la fama que los precede, no va a tener mucho éxito; además, siendo como son negros, musulmanes, africanos y pobres, no creo que  nos importe si cantan y bailan, ni siquiera si les cortan el cuello. Para que un somalí aparezca en los periódicos europeos tiene que secuestrar un barco nuestro, que aquí tenemos cosas importantes de las que ocuparnos: aeropuertos cerrados, estatutos y partidos de fútbol; perspicaz, incisiva y moderna que es la prensa.