viernes, 28 de mayo de 2010

Ciegos que no quieren ver


A mí se me han puesto los pelos de punta, pero confieso que no tanto al conocer la noticia como cuando he oído a una persona preguntar angustiada «¿dónde ha sido?» y, a continuación, exclamar aliviada «¡Ah, que susto!» al enterarse de que el atentado ha ocurrido en Paquistán y todos los muertos son paquistaníes.
Han sido más de ochenta personas muertas al instante, pero serán muchas más, porque unos tipos —defensores de que lo que ellos piensan es lo mejor (estúpido, pero soportable) y de que el resto del mundo debe pensar lo mismo— se han liado a tirar granadas en un recinto en el que había 1.500 personas dedicadas a sus creencias, sus aficiones y sus intereses sin molestar a nadie.

Ha sido en dos mezquitas en Lahore. Las víctimas son todas musulmanas (de la rama minoritaria ahmedi). Los atacantes también eran musulmanes (de la rama minoritaria talibán). Parece ser que en Pakistán ya han matado tres mil cuatrocientas personas, musulmanas todas. No está de más recordar de vez en cuando que la mayoría de las víctimas del terrorismo islamista (talibanes, al-Qaeda y franquicias diversas) son musulmanes; porque no nos entren paranoias y manías persecutorias, digo, y porque tengamos bien claro quiénes son los malos; y porque alguna vez sintamos algo de compasión por esas víctimas lejanas y algo de horror por el infierno que viven, aunque no lleguen hasta aquí sus gritos, aunque no sean de los nuestros.


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