Mohammad Abduh (1849-1905)
debió de ser un tipo excepcional, en sentido literal. Estudió en Dar al-Ulum y
llegó a ser Gran Muftí de Egipto y a formar parte del Consejo Recto de al-Azhar
(que adaptado al tiempo, al espacio y a las claves occidentales viene a ser
como abogado por Harvard y jurista en el Tribunal Supremo y en la Corte
Internacional de La Haya). Desde muy joven escribe sobre asuntos religiosos,
pero con la inquietud de relacionar religión y sociedad, de modernizar Egipto y
de dar a la comunidad araboislámica una unidad que ayude a salir del letargo y
del anquilosamiento. Por ahí le pilla la revuelta de Orabi y lo mandan al
exilio. Aprovecha esa temporada para ir dándole vueltas al asunto del libre
albedrío, el origen del Corán y otras zarandajas teológicas y filosóficas (en
términos islámicos, el kalam) y andar por París. Ya se había leído
a Tahtawi y algo le ha quedado de todo eso de que la ley está por encima del
gobernante, que la libertad está anclada en el corazón del hombre y que las
ciencias son útiles. Es partidario de Avicena, Averroes y Aristóteles; es lo
que tenía la formación en ciencias islámicas, que partía de que para refutar
una idea hay que estudiarlas todas a fondo, y en ese proceso, alguna te
convencía.
La preocupación de Abduh es la
reforma religiosa y moral, sin perder de vista el movimiento de liberación de
Egipto. En ese afán, colabora con los ingleses, porque ve que ofrecen progreso
(libros, ciencia, conocimiento, técnica), y no todos sus compañeros de viaje le
perdonan ese punto de vista. Que nadie se confunda, su idea fundamental es que
el islam no pierda su esencia pero para eso hay que recuperarla como religión
de la razón, es decir, ir a los ancestros (salaf, en árabe, y de ahí el
término salafiyya para designar un movimiento renovador, al
principio, y arcaizante, después y hasta hoy; por eso al mismo tiempo que
inspirador de renovadores, Abduh lo será de los fundadores de los Hermanos
Musulmanes; y también de las corrientes nacionalistas). En el islam que debate
(antes de que se bloqueara ese procedimiento en el siglo IX) localiza preceptos
inamovibles (los dogmas) y otros que tienen que ver con la vida social y el
culto, en los que la normal original no es muy concreta, precisamente para
poder ir adaptándola a los tiempos, mediante la razón, claro.
Así
que no hay más remedio, dice, que modificar el sistema legal y la educación.
Aprovechando su posición, intenta ambas cosas. La lista de las costumbres y
comportamientos que le parece que son aceptables en el islam pondría los pelos
de punta a muchos musulmanes actuales. Además, se le ocurre que el ser humano
distingue de forma natural, sin revelación divina, el bien del mal y que es un
crimen dejar a las mujeres en estado de ignorancia También intenta reformar el
currículum de al-Azhar e incluir historia, geografía, literatura y lenguas,
pero lo cierto es que fracasa. (No obstante, en el intento convenció a un joven
Taha Husain —autor de un delicioso libros de memorias noveladas, Los
días, reeditado no hace mucho y que, por cierto, merecería un traducción
renovada y menos creativa—).
Cree que el islam, y las sociedades que se rigen por él, se han
corrompido (¡y no había visto nada!) por la ignorancia de los gobernantes y los
ulemas, que se dejan influir por doctrinas esotéricas (se refiere al chiísmo) o
pierden su libertad de pensamiento cuando alcanzan el poder. Definitivamente,
no le gusta el Imperio otomano. Él es egipcio, es decir, árabe y el panarabismo
será la salvación (por si alguien creía que se le ocurrió a Nasser). Y aspira a
un Egipto sin el subdesarrollo material e intelectual que hace que las reformas
deba pensarlas y aplicarlas alguien con autoridad y mediante el autoritarismo;
y poco a poco, para no crear fracturas sociales y hacer posible el gobierno
mediante consejos locales y un gran consejo de representantes, con la participación
de una opinión pública libre. Mohammad Abduh hubiera sido el primero en
ir a la plaza Tahrir a provocar una revolución. ¿O ha estado allí todo el
tiempo?
PS: Egipcios -1- implicaba bastantes más
egipcios, pero al ritmo que van las cosas no hay manera de seguir un catálogo
tranquilo a medida que van saltando chispas; así que vamos a por lo fundamental
y luego ya veremos.Aunque ahora ya quede lejos, porque ya nadie se acuerda de
Túnez, Un personaje notable es Jayr ad-din Basha, al-Tunisí (1822-1889),
reformador en Túnez, que cambia los planes de estudio en la Zeituna, y eso
facilita la línea Burguiba y todo lo demás.
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