sábado, 14 de noviembre de 2009

Nombres ilustres

Entre tanta indignación, a veces me entero de historias que da gusto contar; o reproducir, porque la que motiva esta entrada va a continuación tal cual me la contó Javier Romero Martinengo, hijo de uno de los protagonistas de la historia, el escritor Luis Romero; y como me la narró por escrito, copio y pego sus palabras:

… otro anarquista, Cipriano Mera. Mis padres fueron a visitarlo a París, a finales de los sesenta, y los recibió en una casa muy humilde, donde cocinaba con un
réchaud à alcohol y se calentaba con una mínima estufita. Trabajaba de albañil, y seguía con sus ideales anarquistas. Al parecer, habían pasado por sus manos importantes tesoros, y nunca usó ni un céntimo para él. Preguntado por mi padre sobre todo ello, su respuesta fue algo así como: «La conciencia, Romero, la conciencia».

Yo no había oído hablar de Cipriano Mera, pero no he dejado pasar esta oportunidad para buscar su biografía en Internet, claro. Con solo googlear su nombre se encuentra mucha información, incluso sobre una película documental reciente (Vivir de pie. Las guerras de Cipriano Mera, Valentí Figueres, 2009) y cuyo tráiler puede verse en you Tube. Lo primero que me llama la atención de la entrada correspondiente de la Wikipedia es que su ocupación era albañil y militar. Eso significa que era albañil, y que cuando se topó con la Guerra Civil, decidió que debía defender lo que pensaba por medios militares. En historias bélicas no me meteré.

Lo que me conmueve es ese «La conciencia, Romero, la conciencia», esa manifestación de honradez, de convencimiento acerca de lo que hay que hacer; ese mantenerse incorruptible, no porque no se tenga ocasión de corromperse, sino porque se ha decidido ser de una manera y vivir de acuerdo con ella, sople el aire que sople. Hay mucha gente que es así, seguro; de otro modo, no parece probable que todavía existiera la humanidad. Pero sus nombres no salen en los periódicos, ni los recuerda nadie aunque hayan tenido actitudes heroica (como Mera y tantos otros). Sin embargo, todos sabemos quiénes son Millet, Julián Muñoz, Lluis Prenafeta, Bartomeu Muñoz y unos cuantos más; los sabemos, afortunadamente, porque eso significa que los han pillado.

No estoy hablando de una cuestión política, sino de la naturaleza humana, de cómo, por qué, cuándo y quién decide ser honrado o no, de a quién elegimos como modelo, no teórico sino para hacer nosotros todos los días lo que hicieron, de por dónde tiraríamos si tuviéramos la oportunidad, sin más juez que la conciencia, de corrompernos, de engañar, quedarnos lo que no es nuestro, aprovecharnos de los demás.

2 comentarios:

  1. Anda, si aquí hablan de mí y de mis vivencias de segunda mano...
    Lo podríamos decir así: primero está la intención, por ejemplo de ser honrado. Luego sopla el aire (Albórbola dixit) y vienen las tentaciones. Si uno sigue honrado, la intención se ha transformado en decisión.
    Las tentaciones corrompen, o puedebn corromper; pero si no hubiera tentaciones, viviríamos sólo con intenciones.
    Bueno, o algo así.

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  2. Era obligado citar las fuentes. La secuencia intenciones-tentaciones-decisiones tiene alguna otra posibilidad: hay quien tiene la intención de ser corrupto y sin necesidad de que se le presenten tentaciones, busca la ocasión.
    Sobre felices coincidencias. Para en mi casa un amigo de paso (no es que sea amigo de paso sino que está de paso en la ciudad). Le cuento la historia de Mera, y él, que vivió mucho tiempo en París (familia de emigrantes gallegos) y estaba en círculos anarcos relacionados con el liceo español, me cuenta que conoció a Mera y estuvo con él varias veces en reuniones y charlas. Mi amigo, que para más señas y conjunciones astrales se llama Javier,confirma que era un tipo de una integridad absoluta

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