lunes, 2 de noviembre de 2009

Chorizos

En una conferencia sobre la culpa, Félix Pantoja, fiscal del tribunal supremo, expone una postura extraordinaria, en todas las acepciones de la palabra:  poco frecuente y estupenda. La idea consiste en utilizar herramientas como la satisfacción de la víctima en vez la cárcel, por varias razones. En muchos delitos, la víctima sale mejor librada si se la compensa de alguna manera que si el delincuente va la cárcel. Para quien debe pagar por su culpa, es más ejemplarizante hacer algo relacionado con su delito que simplemente estar encerrado (ya hemos comprobado más de lo necesario que la cárcel no rehabilita ni reinserta). Asimismo, para el Estado (nosotros) es más barato. Así que salimos ganando todos, la víctima, el delincuente y la sociedad.

Me viene a la cabeza la idea a la vista de corruptos varios en posiciones de mucho privilegio y poder. Para quien se haya llevado un céntimo a cambio de permitir, hacer, promover, aguantar, esconder o intervenir de cualquier manera en una corrupción urbanística, sugiero que se le aplique la compensación de la víctima. Es decir, que tenga que pagar la hipoteca de las personas que han comprado un piso en aquella urbanizacion o edificio en la que hubo corrupción Y, además, pico y pala, a construir pisos para albergar a todos los que están sin vivienda en su localidad.  Así hasta recompensar el montante afanado a razón de jornales de 50 euros.

Nada de mandarlos a la cárcel. Ya está bien de pagarles pensión completa, aunque sea en celda compartida. Por una vez en su vida, ¡que curren!

3 comentarios:

  1. Digo que sí a su idea de que manguis trajeados, comisionistas y otros cargos electos adictos a la paja de chupar del bote jornaleen a 50 euros. Y hasta por menos.

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  2. Que sí, que la satisfacción a la víctima es una buena idea. Pero siempre y cuando acotemos adecuadamente el sentido de satisfacción, por ejemplo a sus acepciones (DRAE) segunda ("realización de una obra que merezca el perdón de la pena debida") o, mejor todavía, séptima ("acción de deshacer un agravio u ofensa"). Que si nos remitimos a la undécima ("venganza") la cosa puede ponerse cruda.
    Que ya sé que esto es muy Tintín, pero... ¿qué podía esperarse de mí?

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  3. Bien encaminado Tintín. Es que la satisfacción de la víctima, en principio es la Ley del Talión, pero como la sangre saplica y mancha, se inventó el precio de la sangre, es decir, pagar de alguna manera que supusiera sangre pero que dejara contenta a la víctima y la ayudara a sobrellevar los perjuicios de la agresión u ofensa; todo eso ocurrió en ambiénte semítico (hasta donde yo sé). En la Arabia presilámica era el funcionamiento habitual y resultaba muy eficaz. Traído al caso que nos ocupa, en vez de cortarles las manos, que no sirve para nada y encima pedirían certificado de minusvalía y tendrían derecho a aparcamientos y prebendas varias, pues a currar y a pagar la hipoteca de los afectados por sus desmanes.

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