sábado, 17 de julio de 2010

El barro de los ídolos


Así, en general, a mí me parece que la humanidad es idiota y que las personas tienden a la hijoputez. Creo, de verdad, que la naturaleza humana es ser codiciosos, petulantes, egoístas y soberbios. Lo que me impide que me comporte como Michael Douglas en Un día de furia es que también creo (y lo compruebo a menudo) que hay personas —muchas— que se empeñan en superar el instinto de esa naturaleza y ser generosas, solidarias y humildes. Eso requiere un esfuerzo cotidiano —gigantesco, supongo— y constante, como un entrenamiento que no se puede descuidar ni un solo día de tu vida, en aquellas personas que tienen la posibilidad de tocar mucha pasta, de presumir mucho y de pavonearse ante el prójimo.

Hay personas que lo logran y otras que no. La corriente general no ayuda; la sociedad, los medios y todas esas cosas; o sea, nosotros. Las personas eligen sus ídolos y sus héroes; les dan dinero y gloria, y, si además son jóvenes y guapos (en realidad con que tengan pasta, sean jóvenes y salgan en la tele ya casi todo el mundo los ve guapos), idolatran su imagen, imitan su aspecto, los siguen en Facebook y hacen cola para verlos. Y les ponemos alfombras y focos, o los sacamos en autobús aplaudidos por una masa enfervorizada y rendida.

Hasta yo sé quiénes son Casillas, Torres, Puyol, Villa, etc., y Vicente del Bosque, que es el que más me gusta de los flamantes campeones. Es solo que quiero aprenderme y no olvidar los nombres de las personas que han recibido (y merecido) los premios Nacionales de Investigación de este año: María Antonia Blasco Marhuenda (Biología), Enrique Castillo Ron (Ingenierías), Salvador Barberá Sánchez (Derecho y Ciencias Económicas y Sociales), Ignacio Bosque Muñoz (Humanidades) y Carlos Martínez Alonso (Medicina). Como con los futbolistas que se han llevado la gloria, es posible que haya otros que los merecieran pero el seleccionador tenía que elegir y ahí está el equipo que ha ganado la liga este año.

Y a esto he llegado por una noticia que me ha hecho saltar las lágrimas de emoción. Enrique Castillo Ron es ingeniero de caminos y matemático, lo cual, afirmo y sostengo, es mucho más importante y difícil que ser futbolista o cantante, y, además, requiere mucho más esfuerzo e inteligencia (un currículum vale más que mil palabras); por no hablar de la diferencia entre fallar un penalti o dar un mal concierto y equivocarse en los cálculos de un puente o no recordar bien cuál es el tratamiento más adecuado para una neumonía. Enrique Castillo tiene 64 años, así que podría esperar tranquilamente la jubilación en su posición de catedrático de universidad, pero no; anda pensando cómo aplicar lo que sabe a la cooperación. Y dice que no hay otra opción que destinar el dinero del premio a un proyecto de ayuda al desarrollo en Togo y Benín. ¡Con un par!

Que no digo yo que los futbolistas de la selección (cuyos sueldos suelen ser discretos y comedidos) no se merezcan que les den seiscientos mil euros, a cada uno, por hacer algo tan importante como ganar el mundial y por dedicar toda una vida de estudio y esfuerzo a mejorar la vida de los demás. Pero a mí me gustaría que pasearan a Enrique Castillo en un autobús y que le dedicaran (también a los otros premiados) horas de televisión, estatuas, calles y homenajes variados. Y, sobre todo, que fuera modelo de adolescentes y recién estrenados adultos. Mientras eso llega, hoy necesitaba dejar en algún sitio mi emoción, mi homenaje y mi agradecimiento a la inteligencia de los que se enfrentan a la naturaleza humana y ganan por goleada.

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