lunes, 21 de diciembre de 2009

La decencia según Rodin

Nos han traído a Barcelona unas esculturas de Rodin. Voy  a verlas y, la vuelta, desempolvo mi cuaderno de París; no por nostalgia, sino por constatar que la mirada cambia. Me encuentro, nada más abrir el cuaderno, con una cita de Mutis: «Cada día somos otro, pero siempre olvidamos que igual sucede con nuestros semejantes. En esto tal vez consista lo que los hombres llaman soledad».  Y ya me arrepiento de haberlo abierto; esto no acabará bien.  Llego a Rodin. Parece ser que fui porque estaba en la lista de los museos que tenía que ver; de semejante muestra de ignorancia y estupidez no me acordaba. Pero resultó que me quedé patidifusa  (estupendo adjetivo) y se me ocurrieron palabras como veneración, sensualidad, ensueños, terrores dolor,  vida. Y resulta que andaba yo leyendo las Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero, los dietarios de Sánchez Ostiz y Cesare Pavese, y que volví varias veces al museo Rodin, y… es mejor no abrir los cuadernos de hace tanto tiempo.

Allí las esculturas grandes estaban en el jardín. Aquí, la Obra Social de La Caixa las ha puesto en la Rambla de Cataluña. Yo creo que ha habido algún majadero que ha pensado que como la mayoría de las esculturas pertenecen al grupo denominado Los burgueses de Calais, pues que debían ir a zona burguesa, y ¡toma! en una calle en la que, en invierno, apenas da el sol y las esculturas se ven mates, atosigadas por las sombras de los edificios, y siempre de fondo, un semáforo, coches aparcados, entidades bancarias y perfumerías de mucho copete adornadas con los muy horteras y previsibles motivos navideños; ¡ah! y la gente cargada de paquetes, claro. Es decir, nada que ver con la idea de Rodin, invocada en los paneles informativos, de que su escultura estuviera en la calle, entre la gente.  Por otra parte, las esculturas que yo vi (y lo confirmo revolviendo cajones hasta encontrar las fotos), especialmente  las de los burgueses de Calais, tenían esa capa verde del bronce que da pátina de tiempo y vida. Las esculturas expuestas son de un negro bruñido; así que o las han limpiado o no son las del museo.  Existen doce copias elaboradas por la técnica del vaciado a partir del los moldes de Rodin, y supongo que muchas más por otras técnicas.

Y a pesar de todo eso, impresionan y conmueven. Rodin era un genio (otra cosa es que fuera un hijoputa que martirizó y eclipsó a Camille Claudel todo lo que quiso y un poco más, hasta apoderarse de parte de su trabajo). Las esculturas de los burgueses (habitantes del burgo) de Calais cuentan con una fuerza sobrecogedora la historia de aquellos seis hombres.  Solo que Rodin, por más de una razón y con su genialidad estilística y expresiva, los representó en círculo, con posiciones muy concretas, y es esa composición y la dirección de sus miradas una de las claves de la fuerza y una de las metáforas de de la historia de esos hombres. Pero La Caixa ha decidido colocarlas como para verlas al decuido mientras se salta de tienda en tienda, para que alegren el paseo navideño de los burgueses de aquí, sin más explicación de la historia ni del significado.

En septiembre de 1346. Eduardo III de Inglaterra asediaba el puerto francés de Calais. Un mes después y tras intentar varias soluciones comunitarias y comunales, el alcalde propuso a los sitiadores entregar la ciudad si dejaba libres a sus  ciudadanos. El inglés se negó, ¡le iban a poner condiciones a él! Sus propios hombres le hicieron ver que ya estaba bien y aceptó ceder pero dando un último golpe de autoridad: exigió que seis notables de la ciudad se humillaran ante él, sin más vestimenta que una camisa, con una soga al cuello y las llaves de la ciudad en la mano.

Ante la desolación de los habitantes convocados por el alcalde, Eustache de Saint-Pierre, uno de los vecinos más ricos de la ciudad, fue el primer en ofrecerse. Lo siguieron Jean d'Aire, Jean de Vienne, Jacques y Pierre de Wissant y Andrieu d'Andres. Se presentaron ante el rey inglés, el muy miserable ni la cuerda para ahorcarlos quería poner. Los caballeros británicos intercedieron conmovidos por la nobleza de los seis burgueses de Calais, y hasta la reina intervino. A Eduardo III, ante el desprecio de los suyos, no le quedó más remedio que liberarlos.

Así que la escultura de los burgueses de Calais cuentan la historia épica de un pueblo, personificada en seis de sus ciudadanos, que piensan en la sociedad, en sus vecinos, en los demás, sin afán de heroísmo ni asomo de testosterona gilipollas, y eso en el siglo xiv, cuando todavía no se llevaba la ilustración ni el marxismo ni la solidaridad; es decir, solo por decencia.  Y esa palabra, en la semana en que la cumbre de Copenhague se ha resumido en fracaso y codicia, expresa todo su significado: Dignidad en los actos y en las palabras, conforme al estado o calidad de las personas.

PS1: El mismo día que yo ando pensando en Rodin y en los burgueses De Calais, me hacen pensar en Guzmán el Bueno, y me doy cuenta de que su hazaña es casi contemporánea de los hechos de Calais. Pues si hay que elegir héroes nacionales, yo me pido los de Calais.
PS2: El pensador todavía queda más ridículo entre coches y paquetes de regalo; aun así, siempre es un placer y una sugerencia observarlo.

4 comentarios:

  1. Por alusiones...
    De los hechos de Calais a los de Tarifa media la misma distancia cronológica que de la primera guerra mundial a la de Vietnam. Lo de la contemporaneidad es siempre relativo, pero admitiremos patata como fruta silvestre por esta vez.
    La realidad histórica de uno y otro suceso, al menos a través de los prismas tirando a elegíacos elegíacos a través de los que nos han sido contados, es dudosa en ambos casos.
    Y si queremos ver valores más o menos universales, y no valores de la época (ni de aquella ni de esta), de ambas historias surge la misma antítesis: el bien individual frente al bien común. Y ambas acaban igual: el bien individual supeditado al bien común. El sujeto agente de la decisión es irrelevante, pues se trata de una traducción del sentir colectivo. Y el sujeto paciente añade un punto de dramatismo en un caso... claro que lo multiplica por seis en otro. El final, fausto en un caso e infausto en el otro, es contingente y no quita ni pone a la decisión tomada.
    Cosas de la vida: de pequeño me impusieron como héroes a los "Six Bourgeois de Calais". Poco después, pasaron a imponerme a Guzmán. En serio: cada uno puede escoger los héroes que más le plazcan; pero si no son nacionales mejor.
    Por cierto: después de leer este magnífico artículo voy a correr a la Rambla de Cataluña. De verdad.

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  2. No, en absoluto es la misma enseñanza ética (o yo no la percibo igual). Cómo pasan a la historia ya es significativo; Guzmán, por el nombre y con un epíteto que ya es un juicio de valor. Los otros, por su número y el topónimo. En la misma línea estaría Fuenteovejuna. En unos casos se destaca el heroísmo personal, como si hubiera luchado solo. Es decir, en unos casos se exalta un personaje, su hombría (paradójicamente también en Agustina de Aragón, por ejemplo), su arrojo irreflexivo. En el otro, así lo veo yo, lo que destaca es la voluntad de un colectivo de oponerse a la injusticia y el abuso de poder.
    Cierto que de Guzmán me molesta, también, que sea reencarnación de Abraham y, a su vez, que se reeencarne en Moscardó en Toledo. Y luego, es verdad, el de Tarifa ha tenido menos suerte con sus estatuas que los de Calais.
    En cualquier caso, ve a ver las esculturas en la Rbla. Catalunya, mejor cuando haga sol; y mejor aún al Museo Rodin de París (que seguro que ya conoces).

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  3. Documentos rescatados recientemente en los predios de los Guzmanes en las praderas leonas (por cierto cubieras por abundante nieve), dan un nuevo punto de vista al supuesta gesta de Guzmán (de que una estatua te recibe en la la ciudad, cerca de la estación de tren, y para ver el sentir leonés, dice "si no te gusta León por ahí se va a la estación").
    http://www.youtube.com/watch?v=pYC-0ydM3Q8
    http://www.youtube.com/watch?v=JDv1LpG9Pno
    http://www.youtube.com/watch?v=4GX7cwci4oo

    Un saludo

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  4. Narciso, gracias por la peli. Me he reído un buen rato.

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