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Estación de autobuses de Kalait |
En desierto del
Chad el movimiento es constante. Es raro pasar una mañana entera sin ver gente que
va y que viene; en burro, en camello, andando…, y en esos camiones que
atraviesan el Sahara cargados de cosas y de personas. Viajes inciertos y
extraños. ¡Quién sabe lo que puede haber bajo las lonas! No hay taquilla para
comprar los billetes, no hay número de asiento; de hecho, no hay asiento. No hay
paradas establecidas ni hora de llegada. De hecho, no hay día de llegada. Uno de
esos camiones quieto en la arena puede indicar un descanso en la marcha o una parada de varios días. Las averías fáciles
se arreglan sobre la marcha, con una rama de acacia, que cortada a medida hace
de palier, o con trapos impregnados de aceite que actúan de elemento de unión
entre lo que sea.
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Ruta de los camiones en el erg de Yurab |
Puede ocurrir que
el camión se detenga varios días si se necesita una pieza de repuesto, hasta
que pase alguien que la proporcione. Es mejor no buscarle sentido con un
cerebro europeo; siempre acaba pasando alguien, y, además, ahora con los
móviles ha mejorado mucho la cosa porque pueden llamar al pueblo más cercano
para que el siguiente camión que vaya a pasar coja la pieza (o algo parecido)
en algún pueblo y se la lleve al averiado; así solo serán un par de días en medio
de la nada. Ni siquiera tiene que ver con la paciencia; es solo que la vida es así.
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Llegada (o partida) de Unanga Kebir |
La gente se sienta o se tumba y espera. No hacen nada más, esperan.
Alguien debe de llevar agua, alguien debe de llevar comida, o no comen; quizá
algún té, dormir por la noche y esperar. Se contarán la vida, supongo, o no, yo
qué sé. Nadie se queja, porque nadie espera nada, excepto llegar, cuando sea, a
algún sitio, quizá con algún fin.
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