Hay dos Chad, por lo menos. De Yamena hacia el sur es un país de agua,
tropical, caluroso, con una estación seca y otra húmeda, en el que la gente
conjuga como puede el animismo ancestral con el cristianismo colonizador. Del
segundo prevalecen los ritos y la teoría, y del primero, supongo, los miedos y
algunas prácticas reconvertidas en costumbres sociales. Por el contrario, hacia
el norte de la capital la aridez determina la vida. La carretera que sale
de la ciudad no va muy lejos, apenas unos 100 km, y aun en ese espacio el
sahel, seco y polvoriento, salpicado de acacias, algunas palmeras y hierbas
bajas, y cuando hay gente, alguna mezquita.
Para ir hacia el Ennedi, cuando se acaba la carretera hay que seguir
el valle llamado Bahar el-Gazal (a los ríos grandes, aunque estén secos, los
llaman mares), primero, y dirigirse hacia el este después. Cada vez hay menos
plantas y más arena, hasta que llega un momento en que solo hay arena y viento,
no muy intenso, pero sí incansable. Alza los granos amarillos del suelo y los
coloca en algún punto del aire, al que enturbia y vuelve ligeramente pardo, casi
del mismo color que el suelo. Y cuando parece que ya no va a asomar nada vivo del
suelo, vuelven unas acacias de hojas cubiertas de polvo y apretadas, y raíces
rojizas clavadas en la arena con la consistencia de la piedra y no a de la
madera; y los escarabajos, y las huellas de chacales y gacelas.
Aparecen viviendas aisladas, la
mayoría de ellas de adobe y algunas hechas con esterillas, que se desmontan y
se enrollan para irse con la música (los animales) a otra parte cuando los
pastos se agotan. En el norte del Chad gran parte de la población es seminómadas;
en otoño y parte del invierno están en el norte y a media que se agotan los
pastos van bajando con los rebaños de cabras o camellos, por lo general; en las
zonas con más pastos también se ve población sedentaria con vacas.
En algunos lugares, siempre que haya un pozo notable, se junta más
gente y se forma un pueblo; si tiene escuela ya es un pueblo importante. A mis
ojos es una de las ventajas de la sedentarización, pero mis ojos solo ven la
superficie de la vida de esta gente. No obstante, me emociona la ilusión de los
niños recitando las letras del abecedario y los números con esa cantinela
universal de niños que aprenden. Y me conmueve ese orgullo con el que aprietan contra
el pecho los pizarrines en los que estampan trazos todavía vacilantes. Buscan la
aprobación de los adultos; creen que saben todo lo que ellos quieren aprender.
Se dan codazos para ponerse delante en esa foto que una persona extraña va a hacerles.
Luego, las chicas tendrán que ir al pozo a por agua. Allí se acercan a
las extranjeras y quieren verlo y tocarlo todo: las cámaras, el pelo, las
gafas, la piel. Miran y cuchichean, se ríen, se acercan, preguntan el nombre… y
entonces llega un tipo con bastón, gafas de sol de europeo y modales de matón y
las manda a sus casas. Fin del cuento
para mí. La historia interminable para ellas.
26/12/2011
PS: En este pueblo son zawagas, una etnia diferente de la dominante tubu. La leña la vendían; Es un bien escaso y, al ritmo de natalidad de la población, es posible que se convierta en casi tan limitante como el agua.
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