Yamena es un no lugar, a pesar de que en ese no lugar viva
mucha gente. No importa que tenga una gran catedral y una gran mezquita, y un
gran mercado, dos ríos y varias grandes avenidas, incluso un gran palacio
presidencial, que ha desplazado un pequeño museo a las afueras. Es un no lugar, como muchas capitales africanas, creado a
imagen de París pero con muy pocas semejanzas.
En Yamena no se molestaron en cambiar tras la
independencia (1960) el nombre de la calle principal, que
sigue siendo la avenida Charles de Gaulle; eso sí, el letrero está en árabe.
Claro que no es el único rastro francés. Muchos de los restaurantes y hoteles
de cierta calidad lo son, entre ellos Le Carnivore, uno de los más frecuentados
por la muchachada europea y los chadianos de posibles, así como por chicas
jóvenes, ataviadas con sus mejores galas, que, por lo general de dos en dos,
tienen en las mesas del restaurante su oficina; los clientes lo saben, y el dueño
y los camareros saben que si hoy no aparece quien pague, es mejor dar crédito y
resarcirse mañana, cuando ellas acudan de nuevo al trabajo. También son
franceses esos hombres y mujeres de aire desenfadado, que todo el
mundo sabe que son de la Legión Extranjera;
empezaron protegiendo la colonia, se quedaron para estabilizar la excolonia y
han acabado acudiendo a la llamada del presidente de turno que se vea acosado por
opositores. No es la único conexión francesa; los
chadianos que pueden tienen cuentas en bancos franceses, que ya se sabe que la inestabilidad
política estropea mucho los billetes.
A los ríos no les hace caso casi nadie. El Logone ni
cuenta y la mayor gloria del Chari es darle nombre a la cerveza nacional. Atraviesa
la ciudad como las avenidas, sin dar lugar a nada que se parezca a una urbe.
Todo es disperso y polvoriento en Yamena, donde entre franceses y chadianos, se
van abriendo paso, como en toda África, los indios y los chinos. ¿Cómo se le
ocurre a un chino que emigrar a Chad y poner un negocio (restaurante, hotel,
tienda) en Yamena es una posibilidad de mejorar su vida? Debe de ser la versión
globalizada del misterio exótico de África. Claro que a los chinos no les
extrañará ese espacio mastodóntico y desolado
destinado a las manifestaciones incondicionales de amor a la patria y a su dueño
presidente. Entre el maoísmo ideológico
y el estalinismo arquitectónico, la plaza se extiende bajo un sol que ya en
diciembre aplasta los cerebros.
Para recuperar la África real, hay que llegar al
mercado, ordenado por productos,
bien surtido de las cosas más inverosímiles junto a las cotidianas e
imprescindibles: pan, carcadé, hortalizas, carne, pescado seco, chanclas,
telas, DVD, CD del Corán, maletas, potingues para el pelo, productos de
limpieza e higiene, píldoras y cápsulas a granel, mantas, tarjetas de recarga de móviles
por todas partes, libretas y bolis, más carne, más cebollas, más gombó, más ajos, más chanclas, más jabones, más aspirinas, rnás maletas, carros acelerados por estrechos callejones, ... Y cuando toca rezar, a rezar. Todo con bastante calma, al borde de la indolencia,quizá con la certeza de que nada cambiará hagan lo que hagan; casi nada depende de ellos.
Es posible que Yamena tenga cierto encanto; pero si
alguien tiene que quedarse varios días en ella, recomiendo localizar pronto el
Meridien para ir a pasar las tardes contemplando el Chari con una cerveza homónima
en la mano; me temo que se necesiten un par de horas diarias en tal situación para darle cierto sosiego al espíritu tras una cuantas jornadas en ese no lugar que ejerce de capital
del Chad. Esos atardeceres, junto con las mañanas en el mercado y las noches en
Le Carnivore son un retrato impresionista —simple y delgado, cierto— de muchas capitales
en las que nadie asocia una A de más o de menos a Standard ni a Poors ni a
Finch ni a Moody’s sino a todo un continente.
PS: Una manera de darle emoción a la estancia en Yamena es hacer fotos; si no andas con ojo, no tardarás mucho en estar discutiendo con alguien o en comisaría.
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