Iba a ser muy difícil que el actual Gobierno de la Generalitat hiciera algo que me gustara, por dos razones básicas; la primera es
que son nacionalistas y no me gusta la política basada en sentimientos,
argumentada con la idea de nosotros y los otros y administrada por criterios patrióticos;
la segunda es que yo soy de izquierdas. Sé que la afirmación queda antigua,
pero es lo que soy; y CiU es de derechas, y más cuando gobiernan (cuando son
oposición intentan disimular un poco para ganar simpatías): a veces y en algunos
aspectos son tan de derechas que llegan a ser xenófobos, machistas y elitistas,
y muy moralistas. Los bufones (peligrosos) más aparatosos de esa
ideología, en estos momentos, son Duran i Lleida i el conseller Ruiz, pero hay
un movimiento más discreto y no menos peligroso.
Nos contaron nosequé del gobierno de los mejores, de una
sociedad basada en la excelencia y nos bombardearon con la milonga del estudio,
el esfuerzo y la enjundia intelectual, que se había acabado la sociedad del
ladrillo y la especulación nos dijeron. ¡JA! Por si el plan Bolonia no fuera a
convertir la universidad en una fábrica de secretarias, dependientes,
teleoperadores y curritos varios (en una palabra, aunque sea antigua, proletarios)
con un baño de culturilla (los graduados), por un lado, y, por otro, un coto de caza selecto (los
posgraduados y masterizados); y por si no fuera suficiente vender playas, sangría,
afterhours y croquetas congeladas refritas para que venga toda Europa a
emborracharse, ahora a alguien (alguien con poder) se le ha ocurrido una idea
brillante para revitalizar la economía catalana y que volvamos a ser una
sociedad admirada por el mundo.
El brillante plan es un «macrocomplejo de ocio» tipo Las
Vegas. La pena es que los cerebros que velan por el desarrollo de Cataluña no
son los únicos que aspiran a conseguir semejante don del cielo. La Comunidad de
Madrid dice que ellos ya lo tienen apalabrado; lo están tramando, por lo visto,
Esperanza Aguirre y Miguel Sebastián, así que el asunto sobrepasa las
ideologías (y, desde luego, las ideas). Así
que estamos de enhorabuena: pelotazo urbanístico, el Pepe Isbert de turno
saludando a los americanos desde el balcón, promoción del derroche,
homogenización (aborregamiento ) de gustos y comportamientos, hordas en
peregrinación al templo de la horterada y mogollón de puestos de trabajo con el
solo requisito de saber poco, pensar menos y estar callado. La excelencia, la
cultura, la investigación y el desarrollo las dan los casinos, hoteles,
tiendas, restaurantes y campos de golf, y nosotros sin saberlo.
El ideal de todo facha político y económico: una
población de mastuerzos. Pobres diablos que se deslomen a currar para gastarse la
pasta a partir de las seis y en los fines de semana en ese eufemismo que se llama
ocio-y-cultura y que antes se denominaba pan-y-circo. Sí, me quejo de todo, a pesar
de que, como me ha hecho ver un amigo, el proyecto nos ofrece una ventaja
estupenda: ya no habrá que ir a Las Vegas para casarse disfrazo de Elvis.
PS: Sí, ya sé que esta entrada me ha quedado un poco marxista; ¿y qué? Estoy harta de fachas y reaccionarios.
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