Nos han traído a Barcelona unas esculturas de Rodin. Voy a
verlas y, la vuelta, desempolvo mi cuaderno de París; no por nostalgia, sino por constatar que la mirada cambia. Me encuentro, nada más abrir el cuaderno, con una cita de Mutis: «Cada día somos otro, pero siempre olvidamos que igual sucede con nuestros semejantes. En esto tal vez consista lo que los hombres llaman soledad». Y ya me arrepiento de haberlo abierto; esto no acabará bien. Llego a Rodin. Parece ser que fui porque estaba en la lista de los museos que tenía que ver; de semejante muestra de ignorancia y estupidez no me acordaba. Pero resultó que me quedé patidifusa (estupendo adjetivo) y se me ocurrieron palabras como veneración, sensualidad, ensueños, terrores dolor, vida. Y resulta que andaba yo leyendo las
Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero, los dietarios de Sánchez Ostiz y Cesare Pavese, y que volví varias veces al museo Rodin, y… es mejor no abrir los cuadernos de hace tanto tiempo.
Allí las esculturas grandes estaban en el jardín. Aquí, la Obra Social de La Caixa las ha puesto en la Rambla de Cataluña. Yo creo que ha habido algún majadero que ha pensado que como la mayoría de las esculturas pertenecen al grupo denominado
Los burgueses de Calais, pues que debían ir a zona burguesa, y ¡toma! en una calle en la que, en invierno, apenas da el sol y las esculturas se ven mates, atosigadas por las sombras de los edificios, y siempre de fondo, un semáforo, coches aparcados, entidades bancarias y perfumerías de mucho copete adornadas con los muy horteras y previsibles motivos navideños; ¡ah! y la gente cargada de paquetes, claro. Es decir, nada que ver con la idea de Rodin, invocada en los paneles informativos, de que su escultura estuviera en la calle, entre la gente. Por otra parte, las esculturas que yo vi (y lo confirmo revolviendo cajones hasta encontrar las fotos), especialmente las de los burgueses de Calais, tenían esa capa verde del bronce que da pátina de tiempo y vida. Las esculturas expuestas son de un negro bruñido; así que o las han limpiado o no son las del museo. Existen doce copias elaboradas por la técnica del vaciado a partir del los moldes de Rodin, y supongo que muchas más por otras técnicas.
Y a pesar de todo eso, impresionan y conmueven. Rodin era un genio (otra cosa es que fuera un hijoputa que martirizó y eclipsó a Camille Claudel todo lo que quiso y un poco más, hasta apoderarse de parte de su trabajo). Las esculturas de los burgueses (habitantes del burgo) de Calais cuentan con una fuerza sobrecogedora la historia de aquellos seis hombres. Solo que Rodin, por más de una razón y con su genialidad estilística y expresiva, los representó en círculo, con posiciones muy concretas, y es esa composición y la dirección de sus miradas una de las claves de la fuerza y una de las metáforas de de la historia de esos hombres. Pero La Caixa ha decidido colocarlas como para verlas al decuido mientras se salta de tienda en tienda, para que alegren el paseo navideño de los burgueses de aquí, sin más explicación de la historia ni del significado.
En septiembre de 1346. Eduardo III de Inglaterra asediaba el puerto francés de Calais. Un mes después y tras intentar varias soluciones comunitarias y comunales, el alcalde propuso a los sitiadores entregar la ciudad si dejaba libres a sus ciudadanos. El inglés se negó, ¡le iban a poner condiciones a él! Sus propios hombres le hicieron ver que ya estaba bien y aceptó ceder pero dando un último golpe de autoridad: exigió que seis notables de la ciudad se humillaran ante él, sin más vestimenta que una camisa, con una soga al cuello y las llaves de la ciudad en la mano.
Ante la desolación de los habitantes convocados por el alcalde, Eustache de Saint-Pierre, uno de los vecinos más ricos de la ciudad, fue el primer en ofrecerse. Lo siguieron Jean d'Aire, Jean de Vienne, Jacques y Pierre de Wissant y Andrieu d'Andres. Se presentaron ante el rey inglés, el muy miserable ni la cuerda para ahorcarlos quería poner. Los caballeros británicos intercedieron conmovidos por la nobleza de los seis burgueses de Calais, y hasta la reina intervino. A Eduardo III, ante el desprecio de los suyos, no le quedó más remedio que liberarlos.
Así que la escultura de los burgueses de Calais cuentan la historia épica de un pueblo, personificada en seis de sus ciudadanos, que piensan en la sociedad, en sus vecinos, en los demás, sin afán de heroísmo ni asomo de testosterona gilipollas, y eso en el siglo xiv, cuando todavía no se llevaba la ilustración ni el marxismo ni la solidaridad; es decir, solo por decencia. Y esa palabra, en la semana en que la cumbre de Copenhague se ha resumido en fracaso y codicia, expresa todo su significado: Dignidad en los actos y en las palabras, conforme al estado o calidad de las personas.
PS1: El mismo día que yo ando pensando en Rodin y en los burgueses De Calais, me hacen pensar en Guzmán
el Bueno, y me doy cuenta de que su
hazaña es casi contemporánea de los hechos de Calais. Pues si hay que elegir héroes nacionales, yo me pido los de Calais.
PS2:
El pensador todavía queda más ridículo entre coches y paquetes de regalo; aun así, siempre es un placer y una sugerencia observarlo.